20 ene 2013

CAPITULO 5: "LA MERDA DE COTXE" Y EL VALLE SAGRADO

En Perú todo sucede despacio. No acierto a saber si es por la altura o por el choque cultural o por la mezcla de ambos, pero lo cierto es que todo va como a cámara lenta. A pesar de ello, nosotros llevamos un ritmo frenético, de arriba para abajo, tratando de aprovechar hasta el último día. Sin embargo, los días se hacen eternos. Al contrario que en otros viajes que cuando te quieres dar cuenta, se te ha pasado el día. Tal vez sea por eso que, esta vez, el ritmo del blog sea más lento.
Calle de Urubamba
El tercer día de nuestra ruta amanecía en Urubamba, capital del Valle del mismo nombre, también conocido como el Valle Sagrado. Hoy tocaba visitarlo entero, con final de etapa en Aguas Calientes, al pie del mítico Machu Pichu. Nos levantamos temprano, una vez más, para aprovechar el día. Teníamos claro lo que queríamos hacer, pero todo iba a ser improvisado. Lo primero, el desayuno de los campeones en una cafetería junto al hotel, donde degustamos unos bollos con café con leche para nosotros y mate de coca para ellas. Aprovechamos también para comprar pan, con la idea de llevar algún tentempié para el camino.

Panorámica de Urubamba

Tras el desayuno fuimos al hotel a por las mochilas y aprovechamos para preguntar por los buses hacia el primer objetivo; las Salinas de Maras. Nos indicaron donde podíamos tomar el bus, aunque nos advirtieron que éste solo llegaba hasta el cruce de Moray y que desde ahí, deberiamos tomar un taxi hasta Maras y otro hasta Moray. Caminamos hacia el "grifo", como llaman aquí a las gasolineras, y preguntamos. Nos confirman que el bus no nos llevará hasta el destino. Sin embargo, en Perú, esto no supone mayor problema. En un minuto ya había un tipo que se ofreció a llevarnos de ruta turística por un módico precio; 80 Soles (algo menos de 25€). El tour incluiría el llevarnos hasta Maras, Moray y Chinchero, esperarnos todo el rato necesario para vistar los recintos arqueológicos y regresar a Urubamba, para tomar el bus a Ollantaytambo, nuestra penúltima estación. El precio es bueno, pero aun así le contraofertamos. El precio se cierra en 80 soles, pero con el plus de llevarnos hasta Ollantaytambo, para así no depender del bus.

Calle de Moray


Así que con el transporte resuelto, nos podemos dedicar a hacer turismo. Nuestra primera parada iba  a ser Moray. El camino es una carretera que pronto se convierte en una pista sin asflato. El camino es bonito, con espectaculares vistas del Valle con los majestuosos Andes detrás... Es increible lo imponentes de estas montañas. Acostumbrado a los 2.000 o 3.000 mts de las cumbres hispanas, tener delante una cordillera que supera los 5.000 con facilidad es sobrecogedor. La ruta además discurre por una pista solitaria que se adentra en el Perú profundo. Un verdadero contacto con el Perú rural, donde las mujeres cuidan del ganado y de los niños prácticamente a la misma vez. Un mundo donde los indígenas parecen ser marginados y considerados como ciudadanos de 2ª. Es la realidad de un país, donde existe un Apartheid oculto para con los Quechuas y que tiene pinta de ser algo que va a perdurar en el tiempo.

Panorámica de Moray


Llegamos al yacimiento de Moray tras sobrevivir a nuestro chófer. Lo de esta gente al volante es digno de estudio. Que poco apego a la vida. No quisiera ser repetitivo, pero la verdad es que son unos suicidas. Moray es un recinto arqueologico que los Incas empleaban como laboratorio científico para la agricultura. Son unas terrazas circulares muy bien conservadas que resultan bastante curiosas. Tal vez el emplazamiento, en mitad de la nada en los Andes, ayude a darle espectacularidad al recinto. Hicimos fotos y pronto caímos en la cuenta de que en Perú, el sol es un problema serio. En tu mochila no puede faltar algo con lo que cubrirte la cabeza, porque puedes pillar una insolación. Yo usé mi gorra durante prácticamente todos los días, aunque eso no impidió que me achicharrara la nuca. Estuvimos prácticamente una hora en las ruinas, aprovechando para hacer la foto-chorra del día, un fotomontaje que teníamos pendiente desde el viaje a Rumanía.

Foto-chorra Padilla


La siguiente parada eran las Salinas de Maras. Tal  vez el lugar más desconocido del Valle Sagrado, pero con creces, el más espectacular y llamativo. Por el camino, nos sucedió la anécdota del día. Paramos a hacer unas fotos y nos bajamos del coche. Al subirnos, Marta recriminó a Roger que se subiera con cuidado, a lo que Roger contestó "Com vols que pugi a aquesta merda de cotxe? (Como quieres que me suba en esta mierda de coche)". Claro está, todos entendimos sus palabras, chófer incluido. Roger se excusaba en que no le habría entendido, por hablar en catalán, pero entre risas, pronto comprendió que no existe tanta diferencia entre la expresión catalana "merda de cotxe" y la española "mierda de coche". Por fortuna, el chófer hizo como que no había oído nada...

Salinas de Maras

De los lugares del mundo que he visitado, Maras posiblemente sea uno de los más llamativos. Las Salinas de Maras es un yacimiento de sal que lleva explotándose de forma artesanal desde hace prácticamente mil años. Sus derechos de explotación, se heredan generación tras generación desde la época pre-Inca y a pesar de los adelantos de hoy en día, los Quechuas siguen extrayendo la sal a mano. Un lugar donde, durante generaciones, han ido construyendo terrazas donde el sol justiciero de estas latitudes, evapora el agua para dejar la sal. Es increible el nivel de aprovechamiento del yacimiento, porque el caudal de agua que da lugar al yacimiento es increiblemente pequeño; apenas un chorrillo que corretea barranco abajo y que los indígenas han ido canalizando hasta convertir todo el barranco en una sucesión de blancas terrazas que contrastan con el rojizo de la tierra.

Salinas de Maras


Extrayendo la Sal en Maras



De aquí nace todo el agua de las Salinas
Es un lugar imprescindible y no te cansas de estar allí. Es curiosisimo como las nativas Quechuas realizan un ritual de cánticos para pisar la sal, previa a su extracción definitiva. Para este lugar, no olvides traer gafas de sol, porque el sol rebota en los cristales de sal y te puedes quedar medio ciego. En el lugar venden todo tipo de sales artesanas, además de lo típicos souvenires. Resistimos la tentación de comprar algo. No en vano, vamos a estar 28 días de ruta y si desde el primer día cargamos las mochilas con recuerdos, al final del viaje podemos llevar un buen cargamento de tonterías de esas que luego se apilan en los cajones. Eso sí, un poco de maní tostado artesanal si que comimos a modo tentempié.

Salinas de Maras


Chincheros
Tras Moray tocaba visitar Chincheros. De nuevo en la carretera con nuestro chófer suicida y su "merda de cotxe". Llegamos a nuestro destino. El recinto a visitar está en lo alto de la colina donde se situa el pueblo. Chincheros es la viva imagen de un poblado sacado de una película de western de los años 60, solo que en lugar de un decorado, es tan real como la vida misma. En el lugar abundan las vendedoras de artesanías y escasean los turistas. De hecho, hay más vendedores que turistas. Toni y Marta se encaprichan de unas bufandas y apunto están de comprarlas a 50 Soles. Roger las hizo desistir. Por fortuna le hicieron caso. Solo unos puestos más abajo, la misma bufanda la compramos a poco más de 20 soles. Volviendo al recinto, Chinchero es curioso. La sensación es de que aquí los españoles llegaron, arrasaron a los Incas, construyeron su Iglesia y se largaron para siempre. Da la sensación de pueblo abanonado y le da un aire decadente a la par que místico.

Panoramica de Chincheros


Tras las fotos de rigor, volvemos a la "merda de cotxe" y emprendemos el camino a Ollantaytambo, la penúltima parada. El camino es de alrededor de una hora, carretera con obras incluida.

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