26 mar 2013

CAPITULO FINAL: LA HABITACIÓN DEL PÁNICO

Ruido infernal. Todo el tráfico de la caótica La Paz pasa por mi cabeza. No sé quien demonios le pondría el nombre, pero este ciudad es cualquier cosa menos La Paz. A pesar de la fiebre y del cansancio, que se apodera de mi cuerpo, no puedo dormir. Los dolores de cabeza son insoportables. Parece como si alguien me ha estado metiendo aire a presión por un oído. Es horrible... y además, está todo ese ruido. Es una auténtica pesadilla.

Amanece. El plan era visitar La Paz y tener un día más o menos relajado. Pero yo no tengo fuerzas. Marta y Roger vienen a la habitación a buscarnos. A duras penas les acompañamos a desayunar. Les explicamos que yo no tengo cuerpo para salir a ninguna parte y ellos se van a visitar la ciudad. Nosotros nos quedamos en el hotel. Toni está muy preocupada por mi salud y yo lo único que quiero ver es un médico.

La habitación del pánico


Desde el hotel llaman a un médico de confianza que viene a la habitación. Nos visita un hombre mayor, al parecer muy reconocido en La Paz y con mucha experiencia. Nosotros le preguntamos si trabaja con nuestro seguro y nos dice que si. Nos examina y no nos sabe decir que tenemos, ya que Toni se encuentra también algo costipada y tememos que se haya contagiado de lo que yo tenga. El doctor me receta unos antibióticos y unos calmantes potentes para el dolor, de los que se usan en tratamientos de quimioterapia, ya que comprueba que el paracetamol no hace efecto alguno.

El médico se aprovecha de nuestra debilidad para sacarnos 100USD por cabeza, para que se los carguemos al seguro. Nos da unas recetas y salimos del hotel hacia la farmacia a comprar las medicinas. Yo no me encuentro nada bien. Los 100 metros hasta la farmacia son kilómetros para mi. No tengo fuerzas. Compramos las medicinas y regresamos al hotel. Una vez allí intentamos descansar un rato...

... Y no recuerdo más. Solo sé que a media tarde llegaron a la habitación Toni, Marta y Roger diciendo que había que llevarme al hospital. Intento incorporarme, pero no puedo. Me duele todo. Todo me da vueltas. Al parecer llevo varias horas con una fiebre altísima y Toni está muy asustada. La llegada de Marta y Roger sirve al menos para no verse tan sola. La cosa no pinta muy bien.

Montamos en un taxi que nos lleva hasta un hospital donde dice que no nos atienden con nuestro seguro. Nos indican otro a unos 500 mts. vamos caminando hasta el. Yo de esta parte recuerdo flashes, como destellos. Solo recuerdo que igual tenía frio, que calor, que dolor... una cosa horrible. Un recuerdo malísimo. En el siguiente hospital, un amable doctor me examina... pero no sabe diagnosticar nada.

Sin embargo, es sincero. Dice que lo más normal es que sea alguna intoxicación. Nos dice que Bolivia no es ni muchísimo menos Europa y que en mi estado, corro serio peligro. Según él, la comida, la bebida e incluso el agua embotellada,  puede contener bacterias que con mi estado de debilidad y la escasez de medios, me manda al otro barrio. Nos dice que el puede ingresarme en el hospital, pulirse los fondos de la tarjeta de crédito haciendome pruebas y que sus medios no son los de España. Me receta una inyección y me aconseja que vuelva a casa.

Toni sale a otra farmacia a comprar la inyección. Creo que literalmente, le debo la vida a mi mujer. Me quedo a solas con el doctor. Me dice que no haga el tonto, ya que al parecer, yo le insisto en continuar el viaje. Me inyectan lo que sea y me dejan en observación.

Pasados unos minutos comienzo a sentirme mejor. El doctor me dice que lo que me han puesto me va a aliviar el dolor, pero no me va a curar. Me va a dar tiempo para que pase las siguientes horas, pero insiste en que vuelva a España vía urgente, ya que no saben que tengo.

Yo por primera vez en días, me empiezo a encontrar bien y pienso en continuar el viaje... y así se lo hago saber a Marta y Roger. El plan para el día siguiente es hacer la carretera de la muerte en bicicleta... menudo nombre tan sugerente. Sin embargo, acordamos que me quedaría junto a Toni recuperandome, para intentar seguir el viaje. Volvemos al hotel y no quedamos para cenar, ya que Marta y Roger nos traeran algo a la habitación. Comemos unas hamburguesas y me tiro a la cama esperando descansar.

Pero la noche vuelve a ser infernal. Un ruido horrible. Unos dolores espantosos que, al menos vienen y se van. La fiebre continua subiendo. Empiezo a comprender que el doctor no bromeaba. Caigo en la cuenta que la aventura suramericana llega a su fin. Así que a eso de las 6 de la mañana, comienza la "Operación Retorno Inmediato", aprovechando la tregua cada vez más corta, que la inyección de anoche me había dado.

Subo a la segunda planta del hotel, el único lugar donde se podía coger la wifi del edificio. Busco billetes de  avión de La Paz a Madrid y ¡¡bingo!! hay un vuelo para las 15h. Tenemos 9 horas para abandonar Bolivia. Intento pagar con la visa, pero no me deja. Intento llamar por telefono, pero en recepción no hay nadie que me pueda ayudar a conseguir un teléfono para llamar a la compañía; LAN airlines.

En estas condiciones, solo podemos hacer una cosa. Esperar a las 8 de la mañana a que llegue el dueño del hotel, que parece la única persona capaz de hacer algo por nosotros. Esperamos y desayunamos algo. Cuando llega el dueño del hotel, le exponemos la situación y enseguida colabora. Nos da un numero de telefono... que nos dice que el horario es de 10 de la mañana a 4 de la tarde. Es muy poco margen de error...

Lo intentamos de nuevo vía internet. No hay forma. No se muy bien aun como, consigo averiguar que el problema es que el servidor de pago detecta que estoy intentando hacer una compra desde Bolivia, con una tarjeta española, para una pagina chilena, así que via whatssapp, intento contactar con mi hermana, para que llame a las oficinas centrales de LAN en Madrid y les de una solución.

Las horas van pasando y los dolores van en aumento... pero no nos podemos rendir. He comprendido que 24h más en Bolivia me pueden costar la vida. He llegado a temer por ella en algunos momentos que veía que no salía... Al fin, gracias al dueño del hotel, conseguimos un telefono de la terminal de carga de LAN en el aeropuerto, que nos da el telefono de una oficina de LAN en La Paz y llamamos.
Les exponemos el problema. Nos dicen que solo hay dos soluciones. Una, que hagamos un depósito en efectivo y nosotros no disponemos de 2.000 dólares en el bolsillo. La otra, que paguemos con VISA, pero que ha de ser forzosamente en las oficinas centrales de LAN en La Paz. Escogemos, claro está, la opción B. 

Pedimos un taxi al dueño del hotel y nos señala la televisión... Se ven imágenes de una zona de guerra. Barricadas en las calles. Policías antidisturbios repartiendo estopa... es la guerra. Hoy hay  huelga de transportistas en La Paz. La unica solución es recorrer los casi 5 kms que separan el hotel de las oficinas caminando... y eso en mi estado pueden suponer días... Sin embargo no queda otra. Salimos a la calle y comenzamos a caminar.



Sin embargo, Toni, como un ángel, descubre que los locales, a hurtadillas montan en  las famosas "combis", unas furgonetas donde se meten todos los bolivianos a presión y que ese día sorteaban a los piquetes para ganarse unos pesos. Conseguimos plaza en uno de ellos, que es nuestra salvación. Nos llevan hasta las oficinas en unos 20 minutos.

Control policial

En la oficina pagamos los billetes. Los tenemos en la mano, al fin, pero ni mucho menos, la aventura ha terminado. Son las 12 de la mañana y tenemos apenas una hora para volver al hotel, recoger el equipaje, encontrar transporte hasta el aeropuerto, facturar y embarcar. Es imposible.

Salimos de las oficinas. Justo al salir, Toni vuelve a encontrar combi. Ya va tirando de mi. Yo voy arrastrándome como puedo, tratando de seguirla. Esta vez ella marca el paso. Y gracias a que era ella. Increible todo lo que consiguió hacer en una hora. Llegamos al hotel y explicamos de nuevo la situación al dueño que nos promete que en el rato que necesitamos para terminar de recoger el macuto, nos lograría transporte al aeropuerto.

Hacemos las maletas de cualquier forma y bajamos al hall. Allí está el transportista. Cerramos el precio, 50 bolivianos y montamos en el improvisado taxi. Nos advierte; si encontramos un control, es nuestro tío y nos va a llevar al aeropuerto. Sorteamos varias barricadas y llegamos al destartalado aeropuerto de El Alto.

Antidisturbios bolivianos en la entrada del aeropuertoo
Bajamos las cosas. Pagamos 10 bolivianos extras que nos reclaman como plus de peligrosidad. Al fin y al cabo, se los había ganado. Facturamos equipaje y vamos a la zona de cafetería a intentar comer algo. Yo no quiero comer. Solo quiero dormir. Mi cuerpo está en las últimas. La inyección mágica ha perdido todo efecto y mi cuerpo es un peso muerto. No recuerdo bien si me terminé el bocadillo o no. Solo recuerdo una angustiosa sensación de miedo, ya que la sensación que tenía es que si cerraba los ojos, no los iba a volver a abrir más. Nunca tuve tanto miedo en mi vida.

Lo siguiente que recuerdo es estar en la sala de espera para embarcar. Recuerdo que Toni me compró un cojín azul para el viaje. Subí al avión y cerré los ojos de nuevo con esa amarga sensación de miedo, pero incapaz de mantenerme despierto. El siguiente recuerdo es el de una azafata ofreciendome algo de comer. Desperté de un sueño profundo. Los dolores habían menguado. Me sentía mal, pero no mucho peor que alguien que tuviera una gripe. Miré a Toni y vi que sonreía por primera vez en muchos días. Es la imagen mas maravillosa que he visto en mi vida. Estaba, por primera vez en muchas horas tranquilo.


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