25 mar 2013

CAPITULO 11: CASI FAMOSOS EN BOLIVIA

Despertamos en el que va a ser nuestro último día en Perú. Abandonamos el país de los Incas para adentrarnos en territorio Aymara, que no es que sea la etnia mayoritaria, si no que es la etnia de su peculiar Presidente, Evo Morales.

Habíamos reservado billetes en bus turístico. El motivo es que el bus normal, no llega hasta La Paz, si no que te deja en la frontera y desde ahí tienes que andar buscando combinación hasta la capital boliviana. Al ofrecernos los billetes, nos dicen que hay dos compañías, una de 20$ y  otra de 25$. Preguntamos por la diferencia y nos responden "5 dólares...". Así que nos decidimos, claro está por la de 20$.

Error. La diferencia no son solo 5$. La diferencia es entre ir en un autobús nuevo o un autobús cochambroso. La diferencia es llegar más o menos a la hora estipulada o llegar 3 horas tarde. Así que con algo de retraso, nos recogen en la puerta del Hotel y nos llevan hasta la Estación de Autobús, donde nos dicen que hay que pagar una tasa de embarque de 1 sol. Pagamos y nos dirigimos hasta nuestro transporte.
Bus a La Paz

Se trata de un bus viejo e incómodo además de no excesivamente limpio. Subimos a bordo y enseguida nos advierten que tendremos que esperar a unos turistas que se han retrasado. Así que estuvimos media hora esperando a los que serían nuevos compañeros de viaje. Un grupo de puretillas franceses que con su retraso, solo habían comenzado a darnos el viaje.

El bus arranca finalmente y a pesar de la incomodidad de los asientos, los baches de la carretera y el ruido infernal que metía el bus, me duermo una vez más profundamente. De nuevo la cabeza está a punto de explotar. Tengo cada vez más fiebre y me siento bastante débil. El paisaje monótono a orillas del titicaca, tampoco ayuda mucho. A pesar de ello, me tomo un eferalgan, esperando que alivie el dolor.
Taxi en la frontera

Y con ese estado de adormilamiento arrivamos a la frontera. El bus se para y bajamos. Casi sin querer, nos dicen que cambiemos a moneda boliviana porque hay que pagar una tasa que solo se puede pagar en bolivarianos y si no tenemos moneda, no nos dejarán pasar. Cambiamos moneda, pasamos por el control de migraciones, arreglamos el papeleo y cruzamos la frontera a pie.
Frontera Perú Bolivia

Al otro lado de la frontera, nos espera Bolivia. Una gran bandera del país nos da la bienvenida. Solo entrar, uno se da cuenta del escalón económico que hay entre ambos países. Perú no es precisamente un país rico, pero Bolivia es bastante más pobre que Perú. Las oficinas de la aduana Boliviana están destartaladas, pero no faltan al menos 5 pósters del héroe nacional; Evo Morales.
Adiós Perú!

Montamos de nuevo en el bus para afrontar un corto trayecto. El que hay entre la frontera y Copacabana, nuestra primera parada. El efferalgan hace algo de efecto y me encuentro mejor. En Copacabana tenemos que esperar una hora hasta enlazar el bus a La Paz, así que decidimos dar una vuelta.

Show en Copacabana

Y cual es nuestra sorpresa que en la Playa de Copacabana (nada que ver con la de Brasil...) hay un Festival de la empresa Entel, la Movistar de Bolivia. Allí hay el típico programa este que la gente sube al escenario y canta o baila. El público estaba animado y buscaban un voluntario para subir al escenario.

Preparado para el show


Y entre tanto boliviano mestizo de metro y medio, sobresalían las cabezas de Roger y mías. A la legua se nota que somos extranjeros y la multitud nos anima a subir. Roger dice que ni loco. Yo no puedo evitar la tentación de hacer el ridiculo en directo para toda Boliva.

Subo al escenario y me preguntan nombre y procedencia. Yo tenía la esperanza de que me hicieran bailar con la Miss de turno. Error. Me aguarda la gorda de "Las Chicas Ternura" una especie de trio de musica tradicional boliviana ataviadas con ropas de princesita infantil. El presentador de la gala hace los honores y me pide que bese a la chica. Le doy dos besos y me pide que le dé un beso en la boca. Le respondo "Mi mujer me rompe las bolas!", lo que causa gran risa en el público en general y gran decepción en la chica en particular. Suena la música y dejo patente que lo mio no es el baile. El propio presentador de la gala tiene que pararme porque lo que yo hago es más parecidp a pisar uvas que a bailar. A la segunda mejoro un poco el estilo, pero sigo demostrando que soy un negado para el baile.
Marta dándolo todo

Tras permitir que media Bolivia se riera de mi recojo mi premio ¡¡ un módem 4G de la compañía Entel!! No se para que cojones lo quiero. Ni tiene saldo ni cobertura, pero ahí está el premio. Marta lo mira celosa y sube rauda al escenario. Solo los Padilla podíamos dejarnos la piel sobre el escenario como nos la dejamos nosotros. Marta deja el pabellón algo más alto que yo, pero la sensación es de que llevamos media hora en Bolivia y nos conoce ya medio país.

A pesar de lo corto del baile, estoy agotado. Vuelven los dolores de cabeza, la fiebre y el malestar general. La altura y lo que sea que he pillado me han machacado. Volvemos a la parada del bus, comemos algo y embarcamos hacia La Paz.


Montamos en un bus todavía más cutre que el anterior. A los pocos segundos, nuestras esperanzas de habernos librado de los compañeros franceses se desvanecen. Aparecen en el bus tarde, como no, haciéndonos retrasarnos un poquito más. Yo me drogo con otra dosis de paracetamol para soportar el viaje, pero el recital gabacho, no había hecho más que comenzar.

Cruzando el Estrecho de Tiquina

Tiramos los asientos para atrás para intentar dormir. Los franceses protestan. Si abres la ventana porque hace calor, a ellos les daba frio. Si tenías que coger de tu bolsa el agua o algo, tenían sus macutos puestos de forma que no podías acceder al tuyo. Y nada de quitarlos para que pudieras llegar hasta tu bolsa. Miradas extrañas como si les fueras a robar.

Al llegar al Estrecho de Tiquina, donde se cambia de orilla en el Lago, nos hacen bajar y pagar la tasa para cruzar en barca hasta el otro lado. Aguardamos la cola para pasar y cruzamos. Aquí, la corriente es fortísima en el Lago y la barca se balancea con fuerza. Al llegar al otro lado, montamos todos en el bus ¿Todos? No. Efectivamente. Los franceses no vienen. Nosotros no protestamos. Si los dejan en tierra, que les den. Pero un pasajero advierte de que faltan. Y allí vienen ellos retrasando de nuevo a todo el mundo y encima pagando con el bus su mala hostia por haber andado perdidos.

El bus retoma la carretera. Yo consigo de nuevo dormir. Estoy absolutamente destrozado. Solo quiero reponer fuerzas. Llegar a La Paz, darme una ducha y descansar. La monotonía del camino me ayuda a conciliar un sueño que me vence por segundos. No aguanto más.

Tiquina

Sin embargo, la monotonía se rompe al llegar a El Alto, la ciudad que anticipa la capital boliviana. De nuevo ese emocionante caos y esa aglomeración de chavolas y casas a medio construir que vimos en Juliaca, solo que amplificada. El Alto nos anticipa la que va a ser la principal atracción del viaje: La Paz.

Alrededores de El Alto


El bus da un giro. Afronta una bajada y ahí está. Aparece como de la nada, pero es de las imagenes que se quedan en tu retina para siempre. Una conglomeración de casas y chabolas que se pierde en el infinito y al final, majestuoso, se alza presidiendo el paisaje el Monte Illimani, con su impresionante glaciar, desafiando al cielo con sus 6.462 mts de altura. Solo tienes unos segundos para cargar la cámara y disparar.. y a mí me pilla al lado contrario del bus, así que la labor fotográfica, en esta ocasión, le corresponde a Roger.

Llegamos a la Estación de Autobús de La Paz, que se encuentra fuertemente vigilada. La sensación es de no ser una ciudad muy segura. Caminamos hasta el hotel, ya que comprobamos que queda cerca. Nos registramos y nos dan las habitaciones. La nuestra promete. Es una suite moderna con una cama de matrimonio y otra individual, haciendo esquina, con vistas a la Avenida de los Montes.

Nos duchamos y comprobamos que el agua caliente no funciona demasiado bien. A pesar de ello a mi me da unas pocas fuerzas, como para dar un paseo por la ciudad y salir a cenar. Salimos del hotel y caminamos un poco sin rumbo. En el hotel nos han aconsejado el Pollo Copacabana y como comienza a llover, cancelamos la visita turística para ir a comer.


El Pollo Copacabana es una especie de Kentucky Fried Chicken a la boliviana. Está rico. Lo sirven acompañado de patatas fritas y/o platano frito. Lo malo es que no sirven cerveza. Así que devoramos el pollo con refrescos. Al terminar de comer, estoy absolutamente muerto. Decidimos volver al hotel aprovechando una tregua que el diluvio que asolaba La Paz nos dió. Caminamos a paso ligero. Yo apenas tengo fuerzas para seguir a Toni. Llegamos al hotel y no contemplamos la mona mucho más. Quedamos para el día siguiente y nos vamos a dormir.

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